La Caida de Aerus; El Ojo Carmesí.


En las tierras de Incosnia, en el reino de Penthos. Largos años de oscuridad acecharon este territorio, dominado por los engendros de la oscuridad. Demonios que devoraban almas a su pasar, clamaron por las tierras bendecidas, para destruirlas a su paso. En el reino de Penthos los Arcanos, los primeros magos visionarios del futuro, decidieron traer el cielo a la tierra, ocasionando la destrucción en gran parte de esta, logrando trae el infierno a la tierra.
Los Arcanos habían perdido el poder con la destrucción del Talismán de Brakai. Lo cual los llevo a no tener mas poder sobre la tierra como antiguamente lo tenían, llevándolos a la corrupción de sus almas cuando los engendros se apoderaron de ellos en las capillas donde practicaban su magia.
Para la suerte del reino de Penthos, un caballero de la Sagrada Dinastía tenia una runa encantada por un antiguo sacerdote del Templo Iluminado, que se encontraba en el reino de Vardonia. Gracias a este amuleto, pudo soportar la corrupción que los engendros generaban en el alma, y pudo atacar el reino de Penthos que estaba bajo las tinieblas, donde el cielo oscuro tenia un ojo gigantesco de color carmesí, que lo llamaron el Ojo de la sangre.
El ojo de la sangre era el portal para que los engendros tenebrosos pasaran al mundo de los vivos. El trabajo del caballero que poseía la runa era el de cerrar este ojo para siempre. Ser Aerus Bler, con la ayuda de un ejercito de monjes, magos y arcanos que habían sobrevivido al ataque de los engendros fueron los enviados para limpiar y purificar el reino de Penthos de la sanguinaria matanza y oscuridad que habían dejado  estos engendros.
Luego de su partida hacia el reino de Penthos, no se supo por mas de dos años de Ser Aerus Bler y sus ejercito. Muchos dijeron que había muerto en el camino, o que su runa no funciono como el esperaba y esto lo había llevado a la muerte a el y a todo su ejercito.
Hasta que el día de la salvación llego, Ser Aerus Bler, volvió con un pequeño grupo de magos a la cuidad de donde había partido, Vardonia. De mil hombres y mujeres que habían partido con Ser Aerus, volvieron tan solo unos veinte. Con las caras cansadas y sin energías, muchos de ellos al regresar, volvieron a sus casas o templos para estar con sus familiares. Mientras la cuidad preparaba la fiesta para que Ser Aerus Bler de el comunicado y cuente que había sucedido en esas tierras oscuras.
Ser Aerus Bler era un hombre de seis pies de alto, con la pera puntiaguda, aun mas que su nariz, ojos grandes y cabello corto, con un bigote que lo hacia reconocible aun estando a varios metros de distancia.
Cuando la noche luego de su llegada paso, muchos ciudadanos fueron a las puertas del Castillo de Ser Aerus Bler, para verlo y preguntarle que había sucedido luego de tanto tiempo, pero los caballeros de Ser Aerus que habían jurado lealtad a su nombre, no los dejaron acceder a su castillo.
Todo un día paso sin saber nada de Ser Aerus y su aventura hacia las tinieblas de Penthos.
Luego de esperar dos días a que salga de sus aposentos, un monje de los que había partido con el, luego de cansarse de contar historias de su aventura en un bar, decidía ingresar al castillo de Ser Aerus para saber porque motivo este no salía de el. Los caballeros le abrieron paso, por el hecho de ser uno de los monjes que había acompañado a su señor en la aventura y por la incertidumbre de la duda que también estos llevaban al no saber nada de Ser Aerus. Cuando el monje Loras Eutagar ingreso a los aposentos de su señor se llevo la sorpresa de que este yacía en el suelo, tirado con una copa tirada a centímetros de el, y alrededor de su rostro sangre escupida por este mismo, al parecer  efecto de envenenamiento minutos antes de morir.
Loras el monje, asustado por la imagen que sus ojos podían apreciar, salió corriendo de la habitación, mientras gritaba el nombre de los guardias, los cuales se acercaron corriendo al instante.
-       ¡Alguien ha asesinado a nuestro señor!, deben comunicárselo a nuestro rey.- Dijo Loras mientras intentaba de recuperar respiración por la corrida y el miedo que llevaba en sus sangre. En ese momento uno de los guardias mientras el otro escuchaba a Loras, se acerco por atrás y le apuñalo, haciendo que este guardia caiga al piso. Mientras este se abalanzaba hacia Loras y hacia lo mismo. El monje no tuvo tiempo a esquivarlo y callo al piso agarrándose la herida mientras la vista se le nublaba. El guardia arrojo la espada al piso y salió corriendo del castillo. Nada se supo de este encuentro fatídico, hasta que otros guardias tomaron el turno que les tocaba ceder a los otros dos.
 Pero ya era demasiado tarde, la muerte había inundado la habitación del señor Aerus y su colega había sucumbido afuera de su habitación.
El guardia tomo recaudo de no tocar nada de la escena del crimen mientras intentaba de examinar con la vista al señor Aerus, el cual yacía en el suelo muerto y con el veneno que salía de su boca.
En ese momento un Señor Imperial que había sido enviado por el rey para saber la historia de Ser Aerus entro al castillo, con otros tres soldados, que vestían armaduras de cota y malla, color rojo, con cascos que llevaban la forma de la boca de un dragón, con espadas y escudos Imperiales de fino material artemita, sacado de las cuevas de los eugros.
-       ¿!Que locura es esta!?.- Dijo el Señor Imperial Jerial Valeror. Mientras miraba la escena y se sorprendía con cada segundo que pasaba- ¡Ser Aerus! . Exclamo en vano. Jerial Valeror
-       Lo encontramos así mi señor. El monje que vino a visitarlo se encuentra en la otra sala tumbado por una apuñalada al igual que el guardia que defendía la puerta, el otro guardia se dio a la fuga.-
-       ¡Maldita sea!, llegue tarde.-
-       ¿Disculpe mi señor? – Pregunto el guardia, mientras se acercaba al vaso que estaba tirado a centímetros de Ser Aerus.
-       Esto podía llegar a suceder, pero no pensé que iba a ser tan rápido su final.- Dijo Jerial mientras se sacaba los guantes y daba vuelta el cuerpo de Ser Aerus - Veneno de néctar orgar, este veneno tan solo puede ser creado por ciertos Arcanos únicamente, debo encontrar al que ocasiono esto.
-       Señor, desde que Ser Aerus entro a su habitación, no tuvo contacto con nadie, hasta que llego el monje Loras y lo encontró así.- Dijo el guardia, sus palabras temblaban, al igual que se le podía notar el sudor en la frente, lo cual le daba cierto aspecto de que el hombre sabia algo.
-       ¿Y como es tu nombre guardia?, ¿tienes algún motivo para ponerte tan nervioso?- Jerial se paro,  tomo la copa que estaba tirada mientas la examinaba y lo miraba de reojo al guardia.
-       ¡No!, no tengo nada que ocultar, pero me pone un poco nervioso tener a nuestro señor tirado ahí con los ojos sombríos, es como si todavía nos estuviera mirando.
-       Si debían haber dos guardias aquí, y el otro era un impostor, mientras este guardia yace muerto aquí. Entonces hay un guardia, que ustedes deben saber su nombre, que no cumplió con su deber, o fue suplantado.
-       El muerto es Korian dientes molidos, debía estar acompañado por Bardos, pero no sabemos donde esta.- Dijo el guardia mientras se cruzaba de brazos.
-       ¡Entonces están perdiendo tiempo, vayan a buscar a las tabernas, a su hogar, vayan a buscarlo por todas partes!.- Dijo Jerial mientras se volvía a poner los guantes y le daba una señal a sus soldados que salgan por la puerta.- Veraanor, acompaña a estos dos guardias en su búsqueda, mientras Oleer y Trurdas se quedaran para llevar los cuerpos al santuario.

Comentarios

Entradas populares